A ti, amiga lejana que lees y sigues este blog...
...Llegaste a mi vida hace un par de meses. Lo hiciste a través del chat...
...En poco tiempo, y no sé por qué, primero te volviste imprescindible en la conversación; luego, en mis pensamientos -"¿qué hará? ¿cómo le habrá ido?"-, para luego morar en mi corazón.
¿Enamorado...? ¡No! Ilusionado...
Alguien más estaba en mis pensamientos, llenando vacíos que estaban con polvo y telarañas.
Luego, un día de esos, discutimos... te enojaste y no quisiste hablarme más, pero yo, linda, te seguí buscando porque ansiaba -oh quimera- que no te vayas...
¡Y volviste!
Hicimos las paces, comenzamos a hablarnos, pero aunque tú decías lo contrario, ya no eras la misma.
Un oscuro velo cubría tu corazón...
Problemas sentimentales nublaban tus horizontes. Te veía, en silencio, partir nuevamente... lo que no sabía era cuándo.
Hasta que de improviso cerraste la puerta, llevándote tus cosas, dejando nuestro espacio solitario y vacío...
Quise que regresaras nuevamente, te escribí a tu correo, pero, nada...
Ni una sola palabra. Ni una sola razón.
Entonces fui a tu espacio y te vi radiante, contenta, llena de fe, al lado de quien amas. Estabas con él y las nubes se habían marchado.
¡El sol volvió a tu vida!
¿Qué hacía yo, entonces, ahí en medio de esa dicha, quizá distrayéndola...? ¡Nada!
Mejor era largarse. Y así fue.
Hoy tomé esa decisión, querida... ¡y no sabes cuánto me pesó!
De verdad, qué difícil es decirle adiós a un amigo.
Pero prefiero que sea así...
¡Ah, si mi pluma tuviese el don de las lágrimas, la verías llorar!
Gracias por tu presencia. Gracias por el placer de conocerte. Gracias por ti... te quiero.
Ya no te estorbaré. No seré una molestia.
Adiós,
my friend... ¡adiós!